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La estratégica situación de Arganda como camino al Mediterráneo desde Madrid ha hecho de esta población a lo largo del tiempo un lugar apetecible y espectador de lujo de varios capítulos históricos, donde se han asentado varias civilizaciones en su larga historia.

La primera presencia en la zona corresponde con la llegada de los celtas, dedicados al cultivo de cereales y a la cría de animales. Sin embargo, ni estos, ni los siguientes pobladores, los romanos, fundaron un asentamiento definitivo.

Hacia el 1000 a. C. los pueblos centroeuropeos entran por los pirineos, mezclándose con la población autóctona. Todo hace indicar que los que se asentaron en la zona actual de Arganda eligieron Vilches, ya que estos solían ubicarse cerca a los valles o ríos.

Los romanos se hicieron con el control de esa zona en el 78 a. C. al mando de Sertorio. El desarrollo comercial se vio desarrollado con la construcción de calzadas.
La consolidación de Arganda llega con la Edad Moderna. Esta migración dio al pueblo otra dimensión, creció más, el pueblo descendió del cerro al llano y aparecieron nuevas calles.

Carta de Felipe II donde concede a Arganda la condición de villa de realengo, 12 de marzo de 1583.
Hasta finales de 1580 Arganda pertenece al Arzobispado de Toledo. Felipe II otorga el título de Villa a la población, pero los problemas económicos del municipio hacen que sea vendido al Duque de Lerma en el año 1613. El pueblo se rebela en la toma de posesión en lo que se conoce como el Motín de Arganda.15​

En 1650, al morir su nieto sin dejar hijos varones, Arganda volvió a ser villa de realengo. Anteriormente en 1594 se había comenzado a construir la Casa del Rey. Fue mandada construir por el embajador de Alemania, Hans Khevenhüller y Wolf, quien tenía buena relación con la Corte de Felipe III.

En 1658 comenzó a construirse la Ermita de la Soledad y finalizó en 1668. Se amplió y renovó entre 1733 y 1736. Llegada la segunda mitad del siglo XVII, la Compañía de Jesús se establece en Arganda. Esto se prolongó hasta 1764, cuando se vieron obligados a abandonar Arganda debido a que sus propiedades, la ganadería y el vino, estaban exentas de impuestos. Esto no gustó a los responsables de la recaudación fiscal y tuvo como consecuencia la marcha de los jesuitas de la ciudad. La comercialización del vino se centra en unos pocos propietarios que ejercen el control político y económico de la villa a partir del siglo XIX.

A inicios del siglo XX se funda en el municipio una azucarera que inicia un proceso de industrialización y de una gran expansión demográfica. Los trabajadores de la azucarera apoyarían al advenimiento de la Segunda República y la población sería testigo de excepción en la Guerra Civil Española con la Batalla del Jarama.

La defensa del Puente de Arganda fue de relevante importancia en la Batalla del Jarama, su defensa se había convertido en un emblema, y allí se produjeron los más duros enfrentamientos, llegando incluso al cuerpo a cuerpo entre los días 6 y 9 de febrero de 1937.

En los años 1960 se inicia otra explosión demográfica amparada por el constante crecimiento del polígono industrial pasando de 6000 habitantes en 1960 a 22 000 habitantes en 1981, en su mayor parte por la inmigración de origen andaluz y extremeño —a los que los originarios de la localidad les dieron la despectiva denominación de «mangurrinos», y más recientemente con la acogida de nueva población inmigrante, esta vez mayoritariamente perteneciente a la comunidad rumana, llegando a tener más de 50 000 habitantes en la actualidad. En 1996 el municipio cambió de nombre, pasando a denominarse Arganda del Rey, hasta entonces era solo Arganda.

Durante el siglo XXI la población y la economía han crecido de la mano y a pasos agigantados. Hace mucho que Arganda dejó de ser una pequeña villa para convertirse en lo que es hoy, una moderna ciudad en la Comunidad de Madrid.